Nota del editor: Simone Lucatello es profesora investigadora del Instituto Mora-CONACYT de México. Es miembro científico del IPCC, el grupo de expertos en cambio climático de la ONU. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente al autor. Vea más en cnne.com/opinion.
(CNN Español) — La creencia en la capacidad de ciertas personas para controlar el clima y producir lluvia fue común en muchas culturas de todo el mundo durante siglos. Estas personas a menudo se llamaban “hacedores de lluvia” en inglés.
En la mitología prehispánica de Mesoamérica, Tlaloc era una de las deidades más importantes. Era considerado el dios de la lluvia, la fertilidad y la agricultura, y tenía el poder de controlar la lluvia. Sin embargo, hoy en día, la mayoría de los esfuerzos para aumentar las precipitaciones se basan en técnicas científicas y manipulaciones climáticas a través de soluciones de ingeniería climática cuyo impacto y alcance aún no se comprenden completamente.
El cambio climático está teniendo un impacto significativo en México y en particular en la reducción de la disponibilidad de agua dulce. La disminución de las precipitaciones y la sequía son algunos de los efectos más graves de este fenómeno, que ha llevado al gobierno mexicano a buscar soluciones alternativas para aumentar la cantidad de agua disponible, como la siembra de nubes.
Hace unas semanas, las Secretarías de Agricultura y de la Defensa Nacional lanzaron un programa de estimulación de lluvias en las represas del sistema Cutzamala que incluye Ciudad de México, Estado de México y Michoacán. Desde hace algún tiempo, y sobre todo en los estados del norte de México, las nubes han sido bombardeadas para hacer frente a la sequía y aportar el líquido vital a las áridas regiones del norte.
El bombardeo de nubes, también conocido como “siembra de nubes”, es una técnica utilizada para aumentar la cantidad de lluvia en áreas donde hay poca precipitación, dispersando químicos como el yoduro de plata para crear reacciones químicas en la atmósfera que dan lugar a la lluvia.
La idea se remonta a la década de 1940, cuando el investigador estadounidense Vincent Schaefer descubrió que podía crear nieve artificial rociando nitrógeno líquido en las nubes. Desde entonces, la técnica se ha utilizado en todo el mundo para aumentar la precipitación en zonas secas y reducir el impacto de la sequía.
Este es un tema muy controvertido a nivel mundial y, como todo sistema de solución climática basado en el optimismo frente a la tecnología, tiene sus inconvenientes. En particular, la siembra de nubes puede alterar el equilibrio ecológico y la calidad del aire, además de otros efectos ligados a la cantidad de precipitaciones que puede provocar: inundaciones, tormentas o nevadas excesivas, como se ha documentado en algunos países.
Por ejemploun estudio en la ciudad de Sharjah de los Emiratos Árabes Unidos demostró que las operaciones de siembra de nubes causaron un aumento significativo en la intensidad de las lluvias en áreas que han experimentado inundaciones urbanas. Una tormenta de nieve en Porcelana también se ha relacionado con la siembra de nubes.
La siembra de nubes se usa regularmente para despejar la niebla en los aeropuertos, combatir incendios forestales, suprimir el granizo e incluso desviar la lluvia como, por ejemplo, durante los Juegos Olímpicos de Pekín 2008.
En los mismos Emiratos Árabes Unidos existe un programa llamado “Mejora de la lluvia” que asigna millones de dólares para crear nubes de la nada y aumentar las precipitaciones en zonas ultraáridas de la península arábiga con consecuencias muy inciertas.
Sin embargo, la efectividad de la siembra de nubes trae varios problemas. Primero, su efectividad puede variar según las condiciones climáticas y geográficas, lo que dificulta garantizar resultados consistentes.
En el caso de México, existe un vacío regulatorio en cuanto al uso de este químico para la siembra de nubes. También cabe mencionar que dicha práctica de bombardeo y las soluciones de modificación basadas en la geoingeniería climática fueron rechazadas por el grupo de expertos de la ONU (IPCC) con motivo del último informe Ar6, en cuya redacción participé, sobre el clima (2018-2022) . y en versiones anteriores de la misma evaluación global.
En un artículo de 2017 de la Organización Meteorológica Mundial, se recomienda a sus miembros que consideren los altos niveles de incertidumbre en la efectividad y los daños potenciales involucrados al emprender programas de siembra de nubes.
Sin embargo, la parte más controvertida del uso de la siembra de nubes tiene que ver con sus impactos en la salud: a pesar de los repetidos mensajes de que el yoduro de plata es ecológicamente seguro, hay estudios que destacan los daños potenciales de la bioacumulación, particularmente para la vida acuática.
Jugar a los dioses con el clima es un tema delicado: la naturaleza responde a todas las agresiones e interferencias humanas de manera incierta y no sabemos si las consecuencias de dicha reacción pueden ser peores que los problemas que se buscan solucionar.